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Cumpleaños en cuarentena

Día 4 de 15: La gente que no me conoce mucho piensa que me gustan mucho los cumpleaños. La gente que me conoce bien sabe que a mí lo que gusta es celebrar. Sentir. Querer cada vez mejor. Reír. Me gusta la vida, aunque siempre he sabido abrazar y no siempre he dejado que me abracen. Lo bueno es que la puerta ya no está medio entornada. Los que me conocen bien también saben que a veces soy difícil de entender y que si arranco a hablar una noche a las 3 de la mañana va a ser difícil que pare antes de que salga el sol. Saben que pienso mucho y, también, que cambio casi continuamente de opinion. Lo que yo sé de esas personas van pasando por mi vida y a las que me siento o he sentido unida es que todas tienen algo. Todas tienen una luz. Y cada una de esas luces tiene un color y una forma. Y además, dependiendo del día, sus intensidades varían. Pero todas tienen una cosa en común: nunca se apagan. Siempre están. Qué suerte tengo. Ya. Ya sé que me estoy contradiciendo. Mi cerebro está
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Cuarentena (2/15)

Día 2 de 15: La realidad no es inamovible. Y lo que percibimos nos duele más que lo que es. Es curioso que la quietud nos inquiete tanto. Pero no es de extrañar, viviendo en el sistema en el que vivimos. Estos días el mayor enemigo de los que tenemos la suerte de no haber sido infectados va a ser nuestra mente. Hoy al levantarme he limpiado la cocina y mi habitación. La cuevita. Hay que mantener la higiene externa e interna. También es recomendable tener cierta rutina y hacer algo de deporte en casa, lo que sea. Hoy todo parece bastante fácil, pero es solo el segundo día de cuarentena obligatoria para muchas de nosotras. Aparte del efecto "hasta que no lo veo no me lo creo, hasta que no me lo creo no actúo" que comenté en la anterior entrada y que considero que fue el principio que nos llevó a la situación en la que estamos, hay otras cuestiones que me fascinan. La primera pasa por cuestionarme qué comportamientos refuerza el sistema en el que vivimos. En segundo lugar,

Cuarentena (1/15)

Día 1 de 15: Vivimos tiempos surrealistas. Sobre todo para mi generación. Los nacidos en los 90 en España nunca nos hemos encontrado con una situación de emergencia social de este calibre. La mayoría de nosotros no ha pasado por grandes penurias. Por suerte, Quizás la crisis de 2008 puede ser lo más cercano. Aun así, a la mayoría nos pilló alrededor de la adolescencia, un periodo en el que los problemas de uno son siempre cosa del resto y en el que estamos tan fascinados inconscientemente por los cambios internos que la realidad se nos hace casi complemente ajena. Esta vez es diferente. Esta vez somos responsables. Bueno, hemos de ser responsables.   Se acaba de decretar el estado de alarma. Estado-de-alarma. Cómo suena. eh. Ya hubo uno en 2010, pero este es esencialmente diferente. Este estado de alarma por la crisis del coronavirus nos obliga a quedarnos en casa durante 15 días, mínimo. Salir a comprar, a pesar al perro y poco más, en caso de que no sea estrictamente necesari

Puntos de inflexión

Estoy en ese punto en el que todos hemos estado. El punto de inflexión o, bueno, más bien, el punto de reflexión: ¿qué estoy haciendo con mi vida? ¿Soy feliz? ¿Tiene sentido lo que pienso, lo que digo, lo que hago? Hasta hace no mucho me compadecía de mí misma por estar en esta situación. "Marina, tienes 22 años, estás terminando la carrera. En realidad llevas dos años terminando la carrera. Tú eras el tipo de persona que lo tenía todo pensado: ahora estoy haciendo esto, mañana haré esto otro. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no sabes hacia dónde mirar? No dependías de nadie y ahora si no notas constantemente que te prestan atención te parece que el mundo se va a acabar. ¿En qué momento has llegado hasta aquí?". Esta es la historia que me repetía a mí misma todas las mañanas. Una y otra vez. Levantarse sin tener ganas de vivir no es una sensación demasiado agradable. Y nunca la había sentido antes; o, por lo menos, nunca tan nítidamente.  Ahora, después de muchas horas de diá

Sobre la existencia, los ideales y la supervivencia

Amamos las ideas, buscamos los principios pero no reparamos en el mecanismo. ¿Si no existiera el agua querríamos, desearíamos, beberla igual? La certeza de que el suelo volverá a ser firme mañana cuando nos levantemos no tiene el mismo nivel de solidez que el principio de igualdad. ¿Cómo de inamovible es un ideal? Este, al fin y al cabo, no es más que una querencia y lo que queramos o no depende del contexto. Dotar a una prefencia, ya sea individual o colectiva, de inamovilida es un acto de irresponsabilidad ran grande como ignorarla. Los dos errores pecan en el mismo razonamiento: creer que el contextode hoy será el mismo que el de mañana; creer que el mundo no va a cambiar de un día para otro y que, si lo hace, va a ser a nuestra voluntad, poco a poco, para no producir ningún, para no alterar ningún equilibrio.  Con esto no quiero decir que no exista ninguna certeza en la vida sino que, las que hay, ponen en cuarentena continua todo lo que vaya más allá de la mera existencia. La

The Handmaid's Tale y el precio de los derechos humanos

Hay arte que te arranca el alma. En realidad, más que arrancártela lo que hace es poner las cosas en su sitio. Este realineamiento entre nuestras prioridades y la realidad es tan duro que lo sentimos como una suerte de muerte y culpabilidad por habernos alejado tanto de lo que es verdaderamente importante. Más importante que la política, que los juegos de poder y que el dinero. Más importante que el fútbol y el drama que acaba de tener tu prima con el chico que conoció en tinder hace dos semanas. Lo que sucede cuando no sabes tener conversaciones banales es que toda reunión, por distendida que sea, acaba en la sensación de haber solucionado alguna problema social desde la comodidad de una silla de metal. En una de estas, hace un par de meses, al sol de una terraza en Valencia y cerveza en mano, un grupo de amigos y yo resaltábamos el hecho de no haber visto nunca una guerra. Muchos de nuestros padres tampoco la llegaron a vivir en primera persona pero, de alguna manera, sí sufrieron

El hábito de quererse

"¿Y a mí? ¿A mí me querrá alguien? ¿Le habré gustado a algún ser humano en algún momento?". Me resultaría extraño que alguien me dijera que estos pensamientos nunca han pasado por su cabeza. Es normal. Somos seres sociales por naturaleza, necesitamos la interacción para sobrevivir (y para vivir también). Y, aunque a algunos nos guste llevar la independencia por bandera -no la política, qué pereza me da esa-, al hacer el ejercicio mental de "eliminar" a las personas importantes de nuestra vida a todos nos entran sudores fríos. Yo lo he pensado muchas veces. A día de hoy me sigue sorprendiendo que alguien muestre algún tipo de interés en mí. Cada vez menos, pero sigue sucediendo. Es la autoestima, querida. Si tienes la capacidad de apreciar las cosas que te hacen "querible" entiendes más fácilmente qué puede ser lo que gusta de ti. La historia es: ¿cómo se construye? El verano pasado tuve la suerte y la desgracia de pasar por una enfermedad que no me permi